‘‘LLEGÓ LA COSECHA, HERMANOS. ’’
Los hechos
ocurrieron a finales de los setenta, un grupo de familias del pueblo, la
mayoría menores de veinte años, viajábamos hacia un lugar de La Mancha, y todos
bajo las órdenes de general. Lo de general no es coña, es un apodo ya que en el
pueblo donde habito todos tenemos más de un nombre, el oficial y el que nos
colocan con más o menos gracia.
Yo, andaba con
mi primera crisis existencial leyendo la biblia a la luz mortecina de un campin
gas, única luminaria que teníamos en el cortijo que estaba tirado en medio del
campo a más de cinco kilómetros del pueblo más cercano (Alcubillas). Nos bañábamos, no muy a menudo, calentando agua
en una olla, quemando sarmientos secos en una cocina de leña y dormíamos en un
suelo empedrado sobre los colchones que traíamos de casa, bebíamos el agua del
mismo pozo con el que se regaban las cepas, trabajábamos de sol a sol
trasladándonos al tajo en el mismo tractor que cargaba la uva. Una
tarde, después del trabajo, estábamos vicheando el terreno, ‘’El Tronco’’,
‘‘Fonseca’’ y yo nos llamó la atención una ventana dentro de una cuadra que en
lugar de dar al exterior, daba al cortijo. Al ser las paredes de piedra y la
ventana y postigos de madera gruesa, no nos percatamos de lo que había tras la
ventana. ‘‘Fonseca’’, con una barra de hierro que había en un pesebre, hizo
palanca y de pronto, se abrió la ventana sorprendiendo a las muchachas que
estaban bañándose de aquella manera. Ante la sorpresa de propios y extraños,
hicimos un apresurado cuerpo a tierra excepto el tronco que se quedó pillado
ante los gritos de las muchachas.
La
respuesta no se hizo esperar, el ‘‘Algarrobo’’, apodo del hermano mayor ‘‘el
tronco’’, llegó hasta nosotros y sin mediar palabra le aflojó a su hermano una
hostia que me dolió hasta a mí.
Otra tarde,
andábamos con el cachondeo y salimos a la caza del ‘‘Algamusino’’. Por cierto,
a un primo mío un tanto ignorantón pero con muy mala gaita, le encasquetaron un
saco y lo ilustraron sobre el arte de la caza del ‘‘Algamusino’’. Para los
neófitos que no estéis familiarizados en estas lides, procedo a explicar en qué
consiste. ‘‘Los Algamusinos’’ son unos pajaritos grandes como gallinas y
chillan como los gatos. Éstos no ven muy bien en la oscuridad así que salimos una noche sin luna encaminandonos a la caza de
los susodichos pajaritos. Le llenaron medio saco de tórdigas de un brabaneo (terrones
pesados y duros de unos 50 ó 60 kg) y le metieron uno de los gatos que había en
el cortijo. Mi primo iba más mohíno que el borrico de Sancho Panza y con la
mosca en la oreja, ya que algunos niños no podían controlar las risas entre los
maullidos lastimeros del gato. Hasta que de pronto, todo se precipitó al grito:
- ¡Que viene el guarda!. Voces, carreras, empujones, y alguien gritando: - No sueltes el saco. Mi primo no
lo soltó, el saco se lo soltó a él tras tropezar y caer en medio de los gritos,
las carreras y los maullidos del gato. Después llegaron las risas… y mi primo
con más razón que un santo quería matarnos a todos.
Para
finalizar, como dato adicional, al gato no le sucedió nada.
Vaya batallitas en el tajo de vendimiadores!!! Habrá que amenizar el trabajo de alguna forma. Lo de la hostia, muy merecida jajajaja!
ResponderEliminarBss.
Que bueno eso que cuentas , sobre todo los apodos , en mi pueblo natal que tb es de la mancha , bueno más bien se encuentra entre sierra y alcarria los motes aún en día los siguen manteniendo ..
ResponderEliminarAlgo que me parece bien , pues si algo tiene solera es ir a tu pueblo y los más ancianos del lugar todavía recuerden a tu familia aunque sea por el mote ..
Un saludo y me encanto leerte.
Tu relato me ha llevado a la España rural de otros tiempos que vistos desde nuestra perspectiva nos mueve a la sonnrisa, pero que en realidad era dura de pelar.
ResponderEliminarPobres animales! Las locuras y maltratos que suelen soportar! Supongo que a la distancia el recuerdo suele ser más divertido aún que lo que en realidad pasó. Un abrazo
ResponderEliminar¡Cómo se divertían todos! Me recuerdan a cuando iba al campo de niña, las luchas con las mangueras de agua que limpiaban el tambo o las batallas a caballo en el monte de los indios.
ResponderEliminarUn abrazo
¡No hay momento para el aburrimiento! ¡Qué juventud esta! Jajajaja Momentos buenos que siempre se recuerdan. Batallitas con las que se aprende y eso de los motes, pocas veces son desafortunados en el concepto aunque el de Algamusino es tremendo.
ResponderEliminarUn beso.
Un relato de un tiempo, duro, de vendimias y motes. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo
Mi hermana que también fue vendimiadora me explicaba historias similares y a mi me daba una envidia...Muy bien contado. Besos.
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